La juventud iraní reta a los ayatolás

La generación nacida tras la revolución cuestiona el sistema en las redes sociales

La generación nacida tras la revolución cuestiona el sistema en las redes sociales

Las luces se apagaron y una voz femenina muy suave resonó en el salón donde los asistentes levantaban sus móviles para intentar capturar lo que pasaba. Pasaron varios segundos hasta que un reflector enfocó sobre el escenario a una figura vestida absolutamente de negro que cantaba en inglés: “You aaaare a dreamer, I aaaaam a dreamer…” (“Eres un soñador, soy un soñador”).

“El deseo de todo artista, incluidos aquellos que cantamos, es poder ser vistos. Es decir, uno quiere ir al escenario, cantar y ser escuchado”, explicó luego Meshcut, la joven cantante de 25 años que aquella noche de finales de diciembre sorprendió a muchos de los asistentes a su concierto en un centro comercial de Teherán. Para la mayoría del público resultaba impensable ver a una mujer cantando en solitario en la república islámica.

Desde la victoria de la revolución en 1979, a las mujeres se les prohibió ser las voces líderes de cualquier agrupación. Pero los cambios que lentamente se han ido dando en Irán, y la voluntad de las nuevas generaciones para presionar contra las reglas establecidas, han permitido que pequeñas transformaciones como el concierto de Meshcut se estén llevando a cabo, aunque no son la norma generalizada. Por el contrario, son hechos todavía bastante aislados.

“Cuando me ofrecieron hacerlo, tenía un poco de miedo, no sabía qué decidir y le pregunté a un par de personas que me dijeron que no estaba haciendo nada malo. Así que me lancé”, cuenta Meshcut, a quien le gusta la música desde pequeña gracias a que su padre, fallecido hace cuatro años, le enseñó a tocar varios instrumentos. Aun así, siempre le insistió que estudiara una carrera pues estaba seguro de que su hija no podría vivir de la música.

Hoy, Meshcut forma parte de ese inmenso grupo de jóvenes que intentan que las normas de Irán, que fueron creadas a partir de una revolución de la que poco entienden, no sean impedimento para cumplir sus sueños. “Todo está relacionado con asumir riesgos. Más allá del país y todas las cosas por las que atravesamos, es acerca de uno mismo. Vivimos sólo una vez, y si uno quiere que algo pase, pues entonces uno va por ello”, dice.

Reunidos en la sala de redacción de Negahan, la revista juvenil que se lanzó el mismo día del concierto, más de veinte jóvenes menores de 25 años dan ahora sus ideas sobre los temas de los que escribirán en el próximo número. El primero ha estado dedicado a internet. Las redes sociales han cambiado la manera de vivir de la población, como también ha sucedido en otros países donde la represión es grande y la prensa está controlada.

“A diferencia de nosotros, los más jóvenes no son una generación entusiasmada con la política, los motiva la cultura y otros hechos que tengan más relación con su personalidad y su identidad. Es por eso que cada uno de ellos graba su música y la sube a internet. Otros hacen lo mismo con sus locuciones, poemas o crónicas de sus viajes”, cuenta Pouria, de 37 años, que además de ser el editor de la revista es uno de los periodistas más reconocidos de Irán.

Pouria forma parte de la generación que en el 2009 salió a las calles a protestar masivamente por la reelección de Mahmud Ahmadineyad, y que posteriormente conformarían lo que se conoce como el movimiento verde. Muchas de las figuras más emblemáticas de esa movilización pasaron por la cárcel, como Pouria, o no les quedó otra opción que exiliarse. Los líderes políticos Mir Husein Musavi, su esposa, Sahra Rahnavar, y Medhi Karrubi siguen bajo arresto domiciliario. “Los periodistas estamos tratando de hacer lo mejor que podemos para proteger y respetar nuestra identidad e independencia, porque la situación no es estable y siempre quedamos involucrados en medio de los juegos políticos”, cuenta Pouria que como otros entrevistados reconoce que internet ha cambiado la manera de hacer periodismo en Irán.

Más de 40 millones de iraníes se conectan a través de un teléfono móvil y aplicaciones como Instagram o Telegram –a la que los iraníes siguen accediendo a pesar de estar bloqueada, gracias a mecanismos especializados para saltarse la censura– son utilizadas para difundir a una velocidad impensable años atrás lo que pasa en el país, incluido todo aquello que el sistema quiere ocultar. “Las redes sociales han destruido uno de los principales pilares de la opresión en Irán, que es el monopolio de la información”, asegura Mustafa Tajzadeh, uno de los líderes reformistas que pasó años en prisión después de las protestas del 2009. Tajzadeh es una figura de las redes sociales iraníes, con más de 150.000 seguidores en Instagram, desde donde opina sobre temas que los periódicos no pueden difundir.

Otro periodista también reformista, Farshad Qorbarpoor, está convencido que la suya fue la última generación que dialogó con el sistema. “Yo tengo gran respeto por los mártires de la guerra contra Iraq, pero esta nueva generación no entiende bien lo que sucedió. Tienen otros valores que no significa que sean buenos o malos, pero para los cuales el sistema no tiene las respuestas”, dice Qorbarpur, de 42 años, que piensa que la nueva generación posiblemente no dialogará.

“Pienso que para que haya cambios hay que insistir y mantenerse firme en los principios hasta que se puedan ver poco a poco. Esto se puede sentir en muchas cosas como con el hiyab. Si antes salíamos a la calle con cierto estilo de velo, la gente muchas veces decía cosas o te recriminaban. Pero ahora, si se va a la calle con el mismo estilo se puede ver que la situación es mucho mejor”, explica Reihane Tarabati, una joven empresaria. Hace referencia a un hecho cada vez más visible: las mujeres caminando con el velo caído incluso en las calles del centro de Teherán. Desde que un grupo de jóvenes se quitaron el velo el año pasado y lo izaron en diferentes calles de Teherán, muchas mujeres perdieron el miedo a dejarse caer el hiyab a plena luz del día.

Reihane, de 25 años, es de ese numeroso grupo de jóvenes que han encontrado en los medios sociales una oportunidad para hacer negocio. Pero también para expresarse. Junto con un grupo de amigos realizó años atrás una parodia de Happy, la canción de Pharrel Williams, en el que se les veía bailar y reír en las azoteas de Teherán. El vídeo se hizo viral en Irán y esto les costó ser interrogados y encarcelados.

“Ustedes me arrestaron por ser feliz cuando tenía 23 años, y ahora arrestan a Maede Hojabri que sólo tiene 18. ¿Qué le harán a la nueva generación?”, preguntaba en un tuit Reihane cuando se conoció la captura de Hojabri por subir vídeos bailando en Instagram.

“No creo que la ideología sea efectiva a partir de cierto punto. Los jóvenes que crecen cantando y bailando pertenecen a una generación poderosa de 30 o 40 millones de personas que traerán cambios fundamentales a la república islámica. No digo que sean buenos o malos, pero los cambios se llevarán a cabo” concluye Qorbarpoor.